Por René Coulomb.
La catástrofe humana, social y urbana que provocaron los sismos de septiembre de 2017 cuestiona desde distintos aspectos el actual modelo de desarrollo urbano de la Ciudad de México. En consecuencia, es dable pensar que el proceso de reconstrucción post sísmica constituye una oportunidad para replantear la forma que tenemos de producir y de vivir la ciudad.
En la ciudad de México, durante las siete últimas décadas, dominó un urbanismo que se ha vuelto cada vez más al servicio de la generación y acumulación de plusvalías por parte del capitalismo inmobiliario y financiero. Frente a este urbanismo depredador del patrimonio natural y cultural de la ciudad, unas voces se elevan por contraponer un modelo alternativo que tiende a resumirse bajo el enfoque de la sustentabilidad.
La sustentabilidad se presenta como una respuesta a la no sustentabilidad económica y medio ambiental de la actual forma de urbanización; particularmente de la continua, desarticulada y difusa expansión de las periferias de la metrópoli. Esta propuesta de un desarrollo urbano sustentable pretende lograrse mediante la estrategia de la re-densificación de la Ciudad Central, bajo el modelo socio espacial de la llamada ciudad compacta. La forma urbana que correspondería a este enfoque de la sustentabilidad sería la de una ciudad policéntrica, densa y de usos mixtos.
Durante el presente gobierno de la Ciudad de México se planteó plasmar este modelo de ciudad mediante la creación de Zonas de Desarrollo Económico, ZODES, cuyo carácter eminentemente tecnocrático y no participativo tuvo como resultado un incremento del déficit de legitimidad que caracteriza el marco jurídico actual, tanto el de la planeación y de la gestión urbana, como el de la participación social y ciudadana. Lo cierto es que estos grandes proyectos se sostenían sobre una norma jurídica que no reconocía con suficiente contundencia el derecho de los habitantes a la preservación de su entorno residencial y de su calidad de vida.
Por otra parte, y con el propósito de repoblar y re-densificar la Ciudad Central, gran parte de sus barrios y colonias son calificadas por la propuesta actual de Programa General de Desarrollo Urbano, PGDU, como “Áreas con potencial de desarrollo” sujetas a un proceso de densificación, cuando son justamente los espacios impactados por los sismos de septiembre del año pasado. Asimismo, el PGDU no aborda el desafío consistente en lograr que la transformación inmobiliaria propuesta no se hará en contra de la permanencia de los sectores de menos ingresos y grupos vulnerables (indígenas, personas de la 3° edad, madres solteras, etc.). De ahí que la población residente se oponga a un planteamiento que alentaría el desplazamiento de los sectores más vulnerables de sus barrios. “Por una regeneración urbana y habitacional incluyente”, así hemos nombrado tentativamente una propuesta elaborada en el seno del Taller de Urbanismo Ciudadano[1] para los barrios, pueblos y colonias de la Ciudad Central.
Pero, a su vez, los sismos han desvelado las enormes carencias del hábitat popular en delegaciones como las de Iztapalapa, Tláhuac y Xochimilco. Pusieron en evidencia la cruel desigualdad de los habitantes de la ciudad en cuanto al derecho a un hábitat digno, seguro y sustentable, y la urgencia de emprender un amplio programa de regeneración urbana y habitacional en las Delegaciones del Oriente de la Ciudad de México. La reconstrucción ofrece la oportunidad de recuperar la muy valiosa experiencia mexicana de la producción social del hábitat, PSH, una forma de producción del hábitat popular, que – en la década de los ochenta llevó a cabo el Fondo Nacional de las Habitaciones Populares, el FONAHAPO, y que la Nueva Agenda Urbana (Quito 2017) asentó como compromiso de los Estados participantes (párrafos 31 y 46) en Hábitat III.
El proceso de reconstrucción se presenta, pues, como una oportunidad para construir estrategias y herramientas innovadoras que permitan caminar hacia la utopía del derecho a la ciudad consagrado en la Constitución de la Ciudad de México (art. 12). Un urbanismo que se proponga combatir la segregación socio espacial, y atienda por igual los derechos de los damnificados de las Delegaciones centrales como de las Delegaciones Iztapalapa, Tláhuac o Xochimilco. ¡La ciudad no se termina a las puertas de las Delegaciones Cuauhtémoc o Benito Juárez!
En síntesis, los sismos vinieron a cuestionar un urbanismo cuya estrategia se centra casi exclusivamente en un modelo físico espacial de densificación del área urbana y de revalorización del acervo inmobiliario de la ciudad; con sus posibles/probables efectos generadores de exclusión social. La reconstrucción no puede consistir en querer regresar al modelo de desarrollo urbano anterior al terremoto. El reto apunta más bien al cambio del actual modo de hacer y de vivir la ciudad. Larga tarea que requiere de un proyecto estratégico de producción de la ciudad, en un horizonte de largo plazo.
[1] El Taller de Urbanismo Ciudadano es un proyecto (octubre 2015) conjunto de la plataforma Enlace Vecinal y de la Maestría en Planeación y Políticas Metropolitanas de la UAM-Azcapotzalco, con el apoyo de la Universidad de Las Américas, Ciudad de México.
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